La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo o también conocida como los Caballeros Templarios o la Orden del Temple fue una de las más famosas órdenes militares cristianas.
En 1115 dos caballeros, uno de Champaña (Francia), Hugo de Payens y otro flamenco, Godofredo de Saint-Omer concibieron la idea de fundar una orden monástica para atender a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa.
En 1118 se originó oficialmente los templarios siendo nueve caballeros y recibiendo el favor del Rey Balduino II de Jerusalén. El Rey les concedió parte de su palacio para situar su sede, en la parte sureste del Monte del Templo, llamado "Templo de Salomón" comprometiéndose a proteger a los peregrinos en los caminos peligrosos que conducen a Jerusalén.
En Enero de 1128 se reunió un concilio en la ciudad francesa de Troyes al que asistieron varios obispos, abades y un legado papal. Aquí se confirmó la creación de la Orden y se les impuso un manto blanco como distintivo de pureza y castidad. Hasta que el papa Eugenio III añadió una cruz roja octogonal.
Después la orden creció en número de miembros y en riquezas gracias a las numerosas donaciones.
La Orden se había organizado en dos ramas: una actuaba en Tierra Santa y la Península Ibérica como un ejército dedicado a la lucha contra el infiel mientras que otra presente sobre todo en Francia e Inglaterra para gestionar el inmenso patrimonio que los nobles europeos solían testar a su favor.
En el año 1170 la Orden se extendía por toda Francia, Alemania, España y Portugal y 50 años más tarde era el imperio económico, militar, político, religioso y científico más importante de Europa con granjas, casas rurales, ejército, castillos, una flota de barcos y siendo la primera banca internacional. Era la fortuna más grande de Europa y reyes como el de Francia o el de Aragón eran deudores del Temple.
Los templarios eran guerreros pero también monjes. Cuando eran llamados a batallar vestían el uniforme de caballeros y cuando la batalla acababa y volvían al convento, vestían el hábito de monje.
Junto a los votos tradicionales del religioso (pobreza, obediencia y castidad) se sumaba el de la obediencia plena al Papa.
Sus armas eran una espada, una daga, un cuchillo para la comida y un cortaplumas.
Como equipo de combate se les entregaba un caballo, una cota de malla y una sobrecota blanca con una cruz griega roja. Su aspecto era de barba poblada y cabeza rasurada.
Realizaban oraciones diarias, tenían que apoyar a los necesitados, escasa conversación y tenían prohibida la caza.
Los rangos y honores que se establecieron fueron: sirvientes(aspirantes), escuderos, caballeros, priores comendadores, maestres y gran maestre.
La Orden llega a la zona oriental de la Península ibérica en 1130. En 1131, el conde de Barcelona Ramón Berenguer III pide su entrada en la orden y en 1134 el testamento de Alfonso I de Aragón les cede su reino. En 1143 renuncia a sus derechos al trono de Aragón a cambio de castillos y participaron tanto en la reconquista como en la defensa de las fronteras.
En 1149 Alfonso VII entregó Calatrava a los Templarios para involucrarlos en la lucha contra el Islam en las fronteras del reino de León pero al morir el Rey en 1157 devolvieron Calatrava al Rey Sancho ya que no quisieron ser partícipes en la lucha contra los almohades para la defensa de Toledo.
Los templarios en España llegaron a tener posesiones en casi todo el territorio: en Aragón, Cataluña, Valencia, Mallorca o Navarra.
El último maestre templario Jacques de Molay, con la pérdida de Tierra Santa pensó que en lugar de instalar la orden en Chipre, como hicieron los hospitalarios, debían volver a Francia.
En ese momento, ceñía la corona francesa Felipe IV llamado "el hermoso", un rey sin escrúpulos que debía una cantidad inmensa a la Orden del Temple.
En 1305 Esquieu de Floyrano, supuesto ex templario, expulsado de la Orden, lanzó unas acusaciones contra el Temple a cambio de dinero. Acudió a Jaime II de Aragón, el cual le ignoró y después a Felipe IV que aprovechó el momento para intentar deshacerse de la Orden.
Se apresaron templarios acusándolos de ofensas a la figura de Jesucristo y de idolatrar al diablo. Fueron interrogados y torturados para que se declarasen culpables, algunos murieron y otros cedieron a las acusaciones.
Hasta que Felipe IV se vio obligado a ceder a los prisioneros a la Iglesia que empezó a investigar los hechos.
Debido a las presiones del Rey y las sospechas que recaían en la Orden Clemente V, actual Papá, decidió disolverla en 1312.
Los bienes fueron repartidos a los hospitalarios pero Felipe IV evitó pagar la gran deuda que debía a la Orden.
Muchos de los caballeros huyeron y pasaron a la clandestinidad o se unieron a otras órdenes.
El 18 de Marzo de 1314 los cuatro máximos dirigentes de la Orden fueron condenados a la hoguera donde se dice que el gran maestre Jacques de Molay condenó a muerte al Rey y al Papa en el plazo máximo de un año. Casualidad o no, el Papa Clemente V falleció 37 días después y Felipe IV el 29 de Noviembre de 1314 comenzando en ese momento la leyenda de los templarios.
En torno a los templarios rondan una serie de misterios como que pudieron haber encontrado el Santo Grial y el Arca de la Alianza. El mito deriva de las misteriosas excavaciones a gran escala que llevaron a cabo en el Monte del Templo en Jerusalén y del respaldo recibido entonces por parte del Rey de Jerusalén. Sea ésto mito o realidad, la verdad es que los caballeros templarios fueron hombres valerosos que marcaron la historia.
Texto : Violeta Lopez
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